EL PANADIZO
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Sorprendente y ocurrente el amigo Félix.
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Un gordo capuchino confesaba
a una sierva de Dios que se quejaba de un fiero panadizo que tenía en un dedo ya mucho tiempo hacía, el cual, negado al bálsamo y ungüento, cada vez la causaba más tormento. El fraile, de su mal compadecido, le dijo: -Hermana, tengo por perdido el tiempo que se aplica a bregar con emplastos de botica, pues sé por experiencia que cuando se endurece una dolencia el remedio mejor para curalla es el tratar el modo de ablandalla metiendo aquella parte dolorida en paraje caliente; métala, pues, hermana, por su vida, para que el panadizo se reviente, dentro del agujero que de las ingles hallará frontero. La devota, en el fraile confiada, puso su dedo en cura; y agitada por las muchas cosquillas que sentía al tiempo que allí dentro le tenía, tan incesantemente meneóse que al cabo el panadizo reventóse. Para mostrar su agradecido afeto, le contó al capuchino el buen efeto que su remedio había producido; pero él le respondió muy afligido: -Sea, hermana, para bien y norabuena; mas sepa que yo sufro de igual pena, pues tengo un panadizo pernicioso en el miembro colgante y pegajoso que no uso, Dios me guarde, en otros fines que el de dar libre suelta a los orines, y no encuentro, ¡ay de mí!, para ablandallo, sitio donde metello y meneallo. -Por eso, padre mío no se apure -ella le dice-; pues, porque se cure, a pesar del rubor, yo mi agujero prestarle agradecida al punto quiero.
En efecto, a la cura que promete
la devota se pone, y luego mete su dedo colosal el frailecico, empujando y moviendo despacico, y logra, al fin de operación tan seria, que suelte el panadizo la materia.
Sacó su dedo sano y deshinchado
el fraile; y ella, al verle sosegado, le dice ruborosa: -Padre mío, perdone a mi malicia un desvarío, mas debo confesarle francamente que al tiempo de la cura antecedente
sospeché, por su ardor y movimiento,
que atropellaba el sexto mandamiento.
El fraile le responde: -¿Eso dudaba?
Acaso así es verdad como pensaba; pero ello no le dé ningún cuidado, que, haciéndolo conmigo, no es pecado.
No creyó la respuesta decisiva
la sierva del Señor; quedó suspensa, viendo que su virtud madurativa era tal vez ofensa del precepto de Dios; dudó un instante; tornósele el semblante rojo como las flores del granado, y dijo: -Padre, pues si no es pecado y con ello su gusto satisfizo, oiga: ¿cuándo tendrá otro panadizo? |
EL PANADIZO
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12:09:00
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