CUALQUIERA COSA
Hola amigos. Fiel a mi cita os traigo un nuevo masaje de : Redes Deportivas On Line, tu tienda de artículos deportivos. Como muchas veces, Samaniego, al que ya tengo en nómina, ha escrito para nosotros una fabulilla graciosa y costumbrista de cuando las mujeres tenían pelo y habían pulgas (bichos que pican y saltan) Yo sigo con mi cruzada "no olvidemos a los clásicos", tampoco a los mas humildes. Hasta otra |
Una noche de enero, estaba calentándose al brasero una joven casada, su ropa en la rodilla remangada, porque así no temía quemarse en tanto que labor hacía. |
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De este modo esperaba a su marido, que era un pobre artesano, mientras entretenido un chico que tenía, por su mano castañas en la lumbre iba metiendo y el rescoldo con ellas revolviendo. |
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Así agachado, de su madre enfrente, asaba diligente una y otra castaña, cuando, la vista alzando descuidado vio con admiración cierta montaña de pelo engrifonado, con que se coronaba y guarnecía un ojal que su madre allí tenía. |
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Con tal visión se puso el muchacho confuso; mas queriendo, curioso, saber si en aquel sitio tenebroso alguna trampantoja se escondía y qué hondura tenía, poquirritito a poco, aunque con miedo, se fue acercando, y... ¡zas!, le metió el dedo. |
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Respingóse la madre, y dio un chillido por no estar su agujero prevenido para esta tentadura inesperada, y al dejar, agitada, su silla, tropezó con el puchero del guisado, y vertióle en el brasero. |
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El muchacho, que vio con sobresalto arruinada la cena por el salto, dijo: -¿De qué se asusta, madre mía, si era yo quien el dedo la metía? Dígame usté: ¿qué es eso que tiene entre las piernas tan espeso? |
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-¿Qué te importa? –le dijo muy rabiosa la madre-. Eso será... cualquier cosa. ¡Miren qué travesura! ¡No es mala tentación de criatura buscarle las cosquillas a su madre para que sin cenar deje a su padre! Ya verás, cuando venga y se lo cuente, qué linda zurra te dará en caliente. |
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El chico, temeroso, la pidió que callase, pues jamás volvería a ser curioso como a su padre nada le contase, y la madre, por fin desenojada, cuando vino el marido le refirió que el gato había vertido la cena preparada, derribando el puchero que estaba calentándose al brasero. |
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El hombre, que la amaba, aunque no le gustaba quedarse sin cenar, como a su hijo, |
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-¡Qué hemos de hacer! –le dijo-. Por esta noche, esposa, cenaremos los tres cualquier cosa. |
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Apenas el muchacho hubo escuchado esta resolución, cuando agitado, de tal suerte gemía, que le preguntó el padre qué tenía. |
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Y el chico, con mayores desconsuelos, respondió en voz llorosa: |
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-¡Yo no quiero cenar cualquier cosa, padre, que está mojada y tiene pelos! |
CUALQUIERA COSA
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17:31:00
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