EL RESFRIADO
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EL RESFRIADO |
Montada en la trasera de su mulo, a una corta aldehuela llevaba un arriero a una mozuela, la cual, con disimulo, o por flato o por malos alimentos, solía soltar pestíferos alientos. Iba estando el arriero sofocado del mal olor, y díjola enfadado: |
-Mira que como des en aflojarte dmecanismoe esa suerte, no tienes que quejarte si me aburro y te apeo y encima de ti un rato me recreo, porque el flato se cura en ocasiones con ciertas lavativas a empujones. |
La mozuela calló atemorizada; pero, como la pobre iba cansada, por más que se encogía, el aire a su pesar se le salía, y así, al primer rumor extraordinario que escuchó el arriero temerario, la bajó diligente, la tendió prontamente y, para dar remedio a su fatiga, la estrujó cuerpo a cuerpo la barriga, quedando él más ligero y ella mucho mejor del flato fiero. |
Concluyóse, siguieron caminando, y la moza también de cuando en cuando siguió echando gerundios garrafales, los que nuestro arriero, con mil soles, apenas escuchaba, cuando otra vez de nuevo la estrujaba. |
Tanto usó del remedio, que al hombre al fin le vio a causar tedio, y, aunque con más estruendo ella expelía el viento, el arriero ya no oía; y la muchacha, al ver que su costumbre no daba entonces lumbre, le dijo: -¡Ay, Dios! Tío Juan, que me he aflojado. ¿No oye usté qué rumor se me ha escapado? Detengamos el mulo y póngame en el suelo. |
A que él la respondió con disimulo: -Si estoy ya resfriado y no te huelo. |
EL RESFRIADO
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17:20:00
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